Filosofía


TODO ESTÁ INTERCONECTADO


La arquitectura en la que creemos es una arquitectura que podría denominarse “ambiental”, basada en establecer relaciones esenciales entre los objetos arquitectónicos y el lugar, pero también, como cualidad frecuentemente olvidada, una arquitectura que sea capaz de comunicarse y establecer lenguajes con el ser humano y sus modos de habitarla. Una arquitectura ambiental que tenga por principio generar espacios en comunión con el clima, la luz, la sombra, el paisaje autóctono, el ahorro energético, los movimientos y necesidades sociales, el equilibrio natural - artificial, pero sobre todo que sea capaz de proporcionar vivencias experienciales y fenomenológicas a las personas que la habiten o visiten, haciéndoles disfrutar de la vida allí adentro, como un lugar desde donde ver de un cierto modo el mundo y estar activamente presente en él.

Pensar un proyecto desde el punto de vista del habitante es escribir un libro de preguntas sin respuestas. Las personas, los habitantes, al fin y al cabo, son el fin de la arquitectura que creamos.

Celosos de nuestra intimidad, los humanos buscamos muchas veces nuestro refugio, pequeños rincones que apropiarnos. Potenciar el aurea de lo ligero, de lo personal, de lo íntimo, es uno de nuestros cometidos, para crear, no espacios llenos de información ni de dictámenes, sino espacios abiertos y amplios: espacios con alma propia. Somos lo que habitamos.

Creemos en una arquitectura sencilla y honesta, sin artificios, en la que los espacios sigan un orden o unas reglas intrínsecas para formar parte coherente de un sistema, de un todo; en la que los materiales empleados nos conecten a lo natural y nos hablen de las personas que la habitan; en la que la calidez se perciba en cada rincón, haciéndonos sentir cómodos, haciéndonos sentir en casa; en la que nosotros mismos formemos parte de ella.

Proceso


IMAGINAR LO QUE NO SE HA IMAGINADO (TODAVÍA)


No dar nada por supuesto, olvidar lo aprehendido, liberarse de prejuicios y cuestionar lo ortodoxo. La búsqueda de la esencia de las cosas requiere un ejercicio previo de depuración de ideas y de abstracción.

Muchas veces, los recuerdos que tenemos acerca de las cosas nos hacen prisioneros de ellas a través de sus imágenes y no nos permiten ver el mundo sin ataduras, esto es: sin estatismo ni hermeticidad. Las preexistencias físicas, la imaginería social de un espacio pueden impedir a sus habitantes desear un cambio de rumbo para ese lugar, un suceso, un aceptar hacer de él algo que no se espera, algo no imaginado todavía.

"Entonces, deseé ardientemente crear un espacio en el que las cosas se percibieran como renovadas, como despojadas de todo vicio y maquinación. Un lugar en el que ver las cosas cual turista que acaba de llegar a la ciudad y la descubre por primera vez. O en su caso para el ciudadano, que se convierta en un lugar en el que lo mismo se presenta cada vez de una manera diferente. Para ello era necesario extraer de él su capacidad de multiplicidad, atrapar todo lo ingenuo, lo inmutable y lo origiinal de aquel espacio".

La abstracción, como define la Real Academia de la Lengua Española es, en su primera acepción: "el acto por el cual se separan por medio de una operación intelectual las cualidades de un objeto para considerarlas aisladamente o para considerar el mismo objeto en su pura esencia o noción". Sería una manera de mirar - que no de ver - un objeto o lugar determinados o el mundo en sí. En una segunda acepción, abstraerse bien sería una acción pronominal, que centra su idea en el "enajenarse de los objetos sensibles, no atender a ellos por entregarse a la consideración de lo que se tiene en el pensamiento". Nos interesan estas dos acepciones para hablar de la dsiciplina arquitectónica por ser dos caras de la misma moneda en cuanto a que tratan de ambos puntos de vista: el objetivo y el subjetivo, y porque se miran el uno al otro. El extraer de los objotos las cualidades sustanciales de ellos, lo que acaba siendo un proceso de selección subjetiva, y el hecho de cerrarse al mundo y desaparecer para encontrar en uno mismo las respuestas internas acerca de las preguntas universales que nos hacemos, lo que nos devuelve a la universalidad y a la objetividad.

Tras un ejercicio de depuración de lo que emborrona el lugar y de todo aquello que desentona en él física y visualmente y tras un esfuerzo de reduccionismo de lo que nos interesa de ese espacio por considerarlo diferente, procedemos a la labor de "pensar la Arquitectura".

Tratamos de que nuestro trabajo sea colaborativo, nunca impositivo. Sugerimos ideas, según nuestros conocimientos y experiencia, para hacer partícipe al cliente en toda toma de decisiones. Al fin y al cabo, éste será el usuario final del espacio.